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Ticio Escobar (Fragmento)

Asunción, Enero de 1997

 

Las pinturas de Feliciano Centurión irrumpieron de golpe en nuestro país durante los años ´80. Había decidido retomar su historia personal con el Paraguay. Regresaba entonces, con una pintura vehemente y decidida; una imagen cargada de expresión y animada ya por un sentido del humor y una preocupación por el conflicto de la condición humana, aspectos que impregnarían posteriormente su obra entera. Este conflicto estaba planeado básicamente en los términos de una tensión entre el sujeto y el tiempo adverso o cómplice que lo condiciona: que lo limita y que lo redime.
Posteriormente, abandona las telas para trabajar soportes que, simultáneamente conectados con la idea de domesticidad y las pautas de la estética industrial, remiten a los múltiples conflictos que abruman el panorama de la estética contemporánea. Fiel a su momento, Feliciano sabe detectar en el aire la presencia de cuestiones complejas y cruzadas, de oposiciones ramificadas que plantean problemas quizás irresolubles y se conectan confusamente con puros interrogantes, con metáforas errantes que no buscan más que una escena en donde presentarse sin intentar revelar cifras ni delatar el lugar del secreto.
Los soportes nombran la cuestión que enfrenta lo artesanal y lo seriado. El problema del aura, el tema de lo reproducible y de lo único, de lo creativo y lo técnico, asuntos que obsesionan a una cultura asediada por el desborde de estereotipos y de moldes. El artista promueve un debate entre los diseños fabriles de frazadas, las carpetas, los gobelinos y las intervenciones que él mismo genera a través de pinturas acrílicas, aplicaciones y bordados. Al enfrentarse una y otra, la manualidad más directa y la factura industrial liberan una constelación del material y del valor de lo meramente ornamental…
…Una de las últimas obras de Feliciano trabaja lo cursi y lo trivial hasta un extremo tal que recala en una posición, casi diría, radical. Los pequeños trozos de encaje y gobelino son bordados manualmente con leyendas breves que hablan de amores ideales, de miedo a la soledad, de despedida y esperanza.
Son conjuros nimios, lugares comunes rehabilitados por la verdad de una situación límite que los torna vibrantes y extremos, casi circunspectos.
Feliciano no pierde el filo del humor ni abandona el juego paródico con el lenguaje, pero su búsqueda del revés de un aforismo gastado le lleva a entrever el detrás de los clisés y a sugerir la vena dramática que anima al signo más pequeño cuando este es gritado con fuerza genuina.
El artista se ha callado ahora. Nos quedan las claves inquietantes de su mundo de imágenes cotidianas que desde el signo menudo y el ornamento conjuran, vigilantes, la muerte.


Gumier Maier
Carlos Colombino
Ana López
Enmanuel López Genes
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